Guiones desarrollados

Escrito el 04/11/2024
ana.ferrer

 

VIDA DE FAMILIA

  1. BELÉN ES NUESTRA ESCUELA

     

    Ya metidas en pleno Adviento, tenemos la oportunidad de prepararnos para volver a revivir todos los misterios de la vida de nuestro Señor Jesucristo en la tierra: «… si hacemos lo posible por acompañarle desde Belén hasta el Calvario, compartiendo sus gozos y sufrimientos, nos haremos dignos de su conversación amistosa (…) Filiación y amistad son dos realidades inseparables para los que aman a Dios».1 Filiación y amistad con el mismo Dios… ¿qué son? Lo vamos a ver a continuación.

    Si estos días nos sentamos junto al belén y hacemos junto a él nuestra oración, fijamos la mirada en el portal… ¿Qué vemos?: una madre y un padre, un hijo, una mula y un buey, y una pastorcilla arrodillada a la entrada de la gruta (por ejemplo). Entre ellos, se viven dos tipos de realidades: entre la madre, el padre, el hijo y la pastorcilla hay vínculos; entre el buey, la mula y los demás miembros de la escena no hay vínculos.

    ¿Qué es un vínculo?: un vínculo, principalmente, es un afecto2, un afecto que genera comunión, que une a las personas; no es algo privado o individual. La visión romántica de los afectos y las emociones nos ha llevado a pensar que los afectos son realidades intimistas —solo míos, que solo yo los siento, que nadie los comprende—; cuando no es así: los sentimientos son comunicativos entre sí y expresan vínculos entre personas.

    ¿Qué vínculos se establecen en el portal de Belén?: hay un vínculo conyugal entre los esposos, hay un vínculo de maternidad entre la madre y el hijo, hay un vínculo de paternidad entre el padre y el hijo —una paternidad putativa, pero paternidad—, hay un vínculo de filiación —del hijo respecto a los padres—, hay un vínculo de amistad entre la pastorcilla y el resto de las personas.

    Vemos, con ello, que los vínculos se ordenan y nos ordenan: hay un orden de los vínculos y vivir el orden de los vínculos nos ordena. El vínculo de la Madre con el Hijo en ese portal no es igual que el vínculo de la pastorcilla con el padre, por ejemplo. Pero, sin duda, el vínculo que desarrolló esta misma pastorcilla con el Hijo no es el mismo que el vínculo de otra pastorcilla que, presintiendo de lejos la trascendencia de la escena, se excusó y se fue a dormir. La pastorcilla del portal tuvo un deseo, el deseo le llevó a un afecto y el afecto al vínculo.

    Los primeros cristianos eran parte de una comunidad fuertemente unida, con un gran vínculo. El «Mirad cómo se aman» de Tertuliano a los cristianos del siglo II está en la base de esta lógica del vínculo; esta lógica inspiró al Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia para alentar a la Iglesia a vivir desde la «pastoral del vínculo».

     

     

    La palabra «vínculo» viene de «cadena» y, sin embargo, el vínculo es expresión de libertad (A los enamorados, por ejemplo, les gusta expresar su anhelo de amor eterno cerrando un candado en los barrotes de un puente y tirando su llave al río: este candado no les esclaviza, les libera). La educación en la libertad, hoy por hoy, está centrada en los vínculos. Los vínculos familiares son importantes en la educación del deseo: el deseo mantiene un orden cuando hay un vínculo.

     

  2. EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA, COMUNIÓN DE PERSONAS CON CENTRALIDAD EN JESUCRISTO3

    El vínculo se define por el bien que transmite.4 En el matrimonio, el bien que los esposos se transmiten el uno al otro es el Espíritu Santo, el don que reciben el día de su boda, el Espíritu Santo en Cristo, «el poder del mismo Cristo que obra en el interior del hombre por medio del Espíritu Santo».5

    El vínculo conyugal es el Espíritu Santo. Lo que une a los esposos y los hace comunión es el Espíritu Santo. La «una sola carne» no es magia-potagia. El origen de la unión matrimonial es el Espíritu Santo. El destino del matrimonio (y la familia) es, por la acción del Espíritu Santo, la vida en Dios, la vida en la Trinidad.

    Desde la Nueva Alianza, la que empieza con el nacimiento de este Niño, el matrimonio también es la gran analogía de la unión de Cristo con la Iglesia. Y, ¿quién une a Cristo con su Iglesia?: el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es «la fuerza» que sale de Cristo y llega a nosotros: «Toda la multitud intentaba tocarle porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc. 6, 19). La fuerza sale del cuerpo de Cristo, como sale de nuestro cuerpo en gracia (del cuerpo de un hombre en gracia, de cada «una sola carne» en gracia). En esa tensión entre el pecado original y el vivir en gracia vive el Espíritu Santo en nosotros, en nuestro cuerpo como templo.

    «A través de la comunión de las personas, el hombre llega a ser imagen de Dios»6 es el título de la novena catequesis de san Juan Pablo II sobre el amor humano en su Teología del Cuerpo. En ella dice: «El hombre ha llegado a ser “imagen y semejanza” de Dios no solamente a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas, que el hombre y la mujer forman desde el principio (…) El hombre llega a ser imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad cuanto en el momento de la comunión. Él, en efecto, es desde el “principio” no solamente imagen en la cual se refleja la soledad de una Persona que rige el mundo, sino también, y esencialmente, imagen de una inescrutable comunión divina de Personas».

    El matrimonio es imagen de la Trinidad. La familia es imagen de la Trinidad. En la misma dirección, pero en el otro sentido —siendo el origen mismo del sentido— la Santísima Trinidad es familia. Esta afirmación también es de san Juan Pablo II. Ante ella, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal J. Ratzinger, trató de corregir al Santo Padre (lo cuenta el cardenal Scola) sosteniendo que la teología no había acogido esta idea de que la Santísima Trinidad era familia. Juan Pablo II no cejó ni un palmo y alentó a los teólogos a que siguieran estudiando para poder llegar a esta conclusión. En Familiaris consortio esta concepción de la Trinidad como familia tomó, por vez primera, parte del Magisterio de la Iglesia.

  3. INCULTURACIÓN DE LA FE CRISTIANA EN EL ÁMBITO DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA:

A los pies del portal de Belén, esa pastorcilla —con asombro, con alegría y paz—, ante el misterio infinito, ve una familia, una comunión de personas con su centro en Jesucristo (si no está el centro en Jesucristo no hay verdadera comunión). Ver estos vínculos (paternidad y maternidad, filiación) es ver al Espíritu Santo en el amor que se dan y que reciben…, es ver la plenitud de la imagen de Dios (Padre, Hijo y Amor). Y, si la Sagrada Familia es la Trinidad en la tierra, por la vida de la gracia (la vida en el Espíritu Santo), mi familia, tu familia… también es la Trinidad en la tierra, también causa asombro, también es misterio, también es alegría y es paz.

Estos matrimonios, estas familias, imágenes vivas de la Trinidad, imágenes de esta familia santa del portal, son las que cambiarán el mundo. Como fueron los matrimonios y las familias cristianas las que cambiaron el mundo de aquella civilización romana.

Por esto, la cuestión clave está en vivir la verdad del amor (que es Cristo) en el matrimonio y en la familia. Por esto, no es una buena apologética la de dividir a las personas entre creyentes y no creyentes7. Los creyentes, que somos los que creemos en todo (el Credo lo recitamos todos los domingos y fiestas de guardar, incluida la Cuaresma), hemos de hacer un esfuerzo ímprobo por explicar a los no creyentes todo aquello en lo que creemos («el apostolado de la reunión», lo llama Pérez-Soba). Y los no creyentes, ¿qué hacen?: decir que siguen sin creer… porque a los no creyentes del siglo XXI, todo esto les da igual: hoy la gente no piensa: el ateísmo de nuestros tiempos no es un ateísmo teórico, el ateísmo de nuestros tiempos es un ateísmo práctico: «Sí, creo en Dios, pero… ¿y qué? Dios no afecta a mi vida en nada»). Así, estamos perdidos.

La apologética de esta postmodernidad ha de ir por otros derroteros: los del amor: ante el amor no hay no creyentes. El amor, como se basa en una revelación (siempre he de decir «Te quiero» para que el otro sepa que le quiero, el amor ha de ser revelado), incluye siempre una fe. Todo el mundo tiene fe en el amor. Entonces, la pregunta clave es: ¿Tú, en qué amor crees? Y en la respuesta tiene que poner algo de su parte, que toca su vida. Y entonces, nosotros… tenemos todas las cartas —porque a nuestro amor no hay quien le gane—; y entonces, la cuestión del matrimonio (y de la familia), en vez de ser una cuestión complicadísima de explicar, se convierte en cómo yo te enseño a amar verdaderamente, dentro de un amor que lo desea todo el mundo… Y el apostolado del matrimonio y de la familia se convierte en el centro de todos los apostolados, en el centro de toda la pastoral de la Iglesia.

Recordad que empezamos hablando de filiación y amistad con Dios. ¿Qué son? Son vínculos: no cualquier vínculo, son los vínculos que, en el orden de los vínculos —la jerarquía de los vínculos, vivimos como los primeros vínculos, porque Dios es la fuente del Amor —de ella beben todos nuestros amores, todos nuestros vínculos. No podemos ser esposas, madres, hijas, amigas… sino es desde la filiación divina, desde la amistad con Dios.

En la mula y en el buey… hay muchas personas próximas a nosotras (no hace falta alejarse), personas que no viven los vínculos. Son parte del mundo que amamos apasionadamente, y el que hemos de transformar… ¡Para ellas, a través de nuestras familias, viene la Navidad!

 

1 Del Portillo, A. Amigos de Dios, Presentación (diciembre 1977).

2 Pérez-Soba, J.J. El cultivo de los vínculos personales: amistad, familia y sociedad del cuidado. Ciclo Persona, amor y educación. Instituto Core Curriculum, Universidad de Navarra (junio 2024).

3 Juan Pablo II, Familiaris consortio (noviembre 1981)

4 Pérez-Soba, J.J. El cultivo de los vínculos personales: amistad, familia y sociedad del cuidado. Ciclo Persona, amor y educación. Instituto Core Curriculum, Universidad de Navarra (junio 2024).

5 Juan Pablo II, Hombre y mujer los creó. El amor humano en el plan divino. Ediciones Cristiandad, Catequesis 51, num. 3, 17/XII/1980. (Madrid, 2017).

6 Juan Pablo II, Hombre y mujer los creó. El amor humano en el plan divino. Ediciones Cristiandad, Catequesis 9, 14/XI/1979. (Madrid, 2017).

 

7 PÉREZ-SOBA, J.J. El sacramento del matrimonio, alianza de la creación y redención del cuerpo https://www.youtube.com/watch?v=kc21gUr2N6A&authuser=0